3/24/2007

Sin acceso a agua potable 38.5% de niños y niñas en México








21 de marzo de 2007
México, D. F.

Para ser feliz mi familia necesita casa, luz y agua.
Rebeca, 12 años. Chiapas.

En el marco del Día Internacional del Agua, la Red por los Derechos de la Infancia en México estima que en México se incumple el derecho al agua del 38.5 por ciento de la población infantil, es decir, 14.6 millones de niños y niñas no cuentan con este servicio dentro de su vivienda, de acuerdo a los datos presentados en el reporte La Infancia Cuenta en México 2006.

A pesar de que entre el año 2000 y 2005 se presentaron avances, todavía más del 75 por ciento de la población infantil de Guerrero y más del 60 por ciento de la de Campeche, Chiapas, Oaxaca y Veracruz, no cuentan con este servicio, señala el reporte.

En México las enfermedades infecciosas fueron la segunda causa principal de muerte; casi dos terceras partes de dichas enfermedades se deben a infecciones gastrointestinales la cuales están estrechamente asociadas con las condiciones en las que viven niños y niñas, como el acceso a agua potable.

Así pues, en pleno siglo XXI en México millones de niños y niñas juegan, comen y viven de manera cotidiana, en ambientes que ponen en riesgo su integridad física y, en consecuencia, su pleno desarrollo pues además de no contar con el servicio de agua potable dentro de sus viviendas, 13.4 millones habitan en viviendas que tampoco poseen conexión al sistema de drenaje; 1.1 millones viven en casas sin electricidad; 5.2 millones habitan en lugares con piso de tierra dentro de sus viviendas y 18.6 millones en espacios en donde hay hacinamiento1.

La Red por los Derechos de la Infancia en México recuerda que el derecho al agua está señalado en el Artículo 24 de la Convención de los Derechos del Niño que establece que los Estados Parte buscarán la plena implementació n de estos derechos para que cuenten con el más alto estándar de salud posible a través de las medidas apropiadas, que incluyen el combate a las enfermedades y la desnutrición; la atención primaria de la salud, la aplicación de la tecnología disponible, la provisión de alimentos nutritivos adecuados y agua potable.

Cabe señalar que este derecho también está contemplado en el comentario General sobre el Derecho a la Salud (2000) y en el Comentario General sobre el Derecho al Agua, adoptado en noviembre de 2002 por el Pacto sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales, en donde se reconoce por primera vez, como un derecho fundamental. Todos estos instrumentos internacionales han sido ratificados por nuestro país.

Ésta y más información puede ser consultada en el sitio en Internet del Proyecto de Indicadores de la Red por los Derechos de la Infancia en México en www.infanciacuenta. org


* * * * * *

1. Red por los Derechos de la Infancia en México. La Infancia Cuenta en México 2006. pp. 172-176.

3/21/2007

LAS CINCO PALABRAS


¿Cuáles serían las cinco palabras que resumirían lo que fuiste en este mundo y que quisieras que estuvieran grabadas en tu lápida?

Las mías serían:

Dadi, amigo, hermano, teólogo y tanatólogo.

¿Y las tuyas?

3/09/2007

Cuba —13 a 16 de febrero—

Viernes 9

De osadías y decisiones

La espera no es larga, se ameniza con la charla de los vecinos de asiento, el nerviosismo de quienes omitieron algún documento y el juego semierótico de dos hermanos adolescentes que no paran de hablar aunque por un altavoz nos advirtieron que guardáramos silencio. Estoy por pasar la página de un libro sobre videncia, cuando una delgada voz se alza sobre el ruido ambiental y menciona mi nombre. Me acercó veloz al mostrador y recibo una pequeña carpetita con forros de cartón plastificado de color verde. Dentro, la espantosa foto de mi rostro me saluda con nerviosismo. Minutos antes, las empleadas de la delegación me la habían tomado haciendo gala de automatismo y burocracia (“De haber sabido, era mi idea y la de todos los asistentes a esa oficina, me hubiera arreglado mejor”.) Otros datos conocidos de sobra por mí resaltan en letra negrita; los tengo que revisar, y si no les encuentro algún error podré retirarme cuanto antes. Repaso más de cinco veces la fecha en que llegué al mundo, mi curp, la fecha de expedición y la de caducidad. Todo en orden. Recibo la indicación de que “es todo” y salgo. En un pasillo no resisto la tentación y le tomo una foto al documento. No me la creo: tengo en mis manos un documento que veía lejano y casi inalcanzable. Pero un día antes, bajo la inspiración literaria del anuncio de una feria internacional del libro, decidí realizar el otrora engorroso trámite que a mí me llevó no más de dos horas. Sin largas filas ni “mordidas”.

Me siento satisfecho y orgulloso de mí mismo. Lo hice. Al menos el primer paso, porque sacarlo es un medio para realizar el viaje soñado.

Envío la foto a Flavio, a mis hermanas y a otros amigas. La acompaño con un breve mensaje: “¡Ya tengo mi pasaporte!”.


Martes 13

El corazón de un pueblo

Decido no ponerle azúcar al café. Desde hace unas semanas quiero convertir esa opción en una sana costumbre antidiabética. Casi termino mi frugal desayuno consistente en una ensalada de pollo, un coctel de frutas y un bolillito semiduro. Mientras tomo el café, no dejo de pensar en Flavio. Sé que no está molesto, sino sorprendido. Dos horas después de haber obtenido mi pasaporte, le hablaba por teléfono para decirle que viajaría a Cuba para visitar la Feria Internacional del Libro de La Habana. Su impacto lo convirtió, durante el viernes, sábado, domingo, lunes y martes, en un intenso apoyo que me facilitó la preparación del viaje y me dejó muy acompañado de su amorosa presencia a la entrada de la sala internacional, donde esperaría el avión de Cubana de Aviación que me llevaría a mi destino.

Las dos horas de vuelo no las sentí. Algunos videos musicales de cantantes cubanos y varios cortos de animación de Juan Padrón, director de “Vampiros en La Habana”, animaban el viaje desde los televisores del avión.

Casi para llegar a la isla, la vista en el avión era sobrecogedora: el mar se mostraba en todo su esplendor azul y dejaba ver algunas zonas color verde bajo la superficie. La pronta combinación de mar y tierra me avisó que ya estábamos llegando a Cuba.

La isla me recibió con 27 grados de temperatura. No me importaba tanto el calor cuanto los trámites aduanales que en mi vida había realizado. Con la guía de Flavio, que ha estado dos veces en Cuba, pude orientarme con más facilidad. Creo que duró más tiempo la espera del transporte que llevaría a varios turistas y a mí a nuestros hoteles que el paso por la aduana.

El camino hacia la ciudad refleja la pobreza del país, pero también su capacidad de lucha y su resistencia: gente esperando eternamente el camión, ciclistas, conductores de autos a moderada velocidad, personas que estiran la mano para pedir un aventón e incluso un antiguo auto rojo decorado con un gran moño blanco, que transporta a dos felices novios (¿quién se casa a las 12 del día un martes de febrero?, pensé). Varios anuncios espectaculares dan idea a los viajeros de la política cubana: algunos de apoyo a Chávez, otros con exaltaciones a Fidel, unos más con frases que motivan a los cubanos a continuar estudiando y preparándose, e incluso una cruda imagen de un avión en llamas acompañada de la leyenda “No perder la memoria”, que alude al atentado terrorista de Posada Carriles contra un vuelo de Cubana hace casi 30 años (por cierto, la nación más antiterrorista del mundo, EUA, facilitó la liberación de ese hombre cuando pudo ejercer la justicia que tanto pregona.)

Soy el primero en llegar a su hotel. Ubicado en el Paseo del Prado, el “Caribbean” es un sencillo hotel que me albergará durante las tres noches siguientes. Lo primero que hago luego de desempacar es contactar a Orlando, el amigo de Ángel, quien le ha enviado algunos enseres y accesorios electrónicos. Deberé esperar dos horas, hasta las 5 p.m., para verlo. Mientras, aprovechando la cercanía del hotel con la Fortaleza de San Carlos, sede de la feria, me lanzo a conocerla. No tomo taxi ni camión, así que, sin planearlo, aprendo a pedir aventón. Por casualidad, un par de empleados de la feria me llevan en su camioneta a la entrada del complejo Morro-Cabañas, donde se ubica la fortaleza. Al recorrer el Túnel de la Bahía me doy cuenta que se puede transitar por él a pie, pero recuerdo la encomiable recomendación de Ángel y de Flavio de no hacerlo y desisto pronto de la idea.

Cuatro pesos convertibles (CUC, el dólar cubano, equivalente a un euro) son mi pago por entrar a la Feria Internacional del Libro. Tras cuarenta minutos de estar ahí, salgo un poco decepcionado: no veo tanto surtido de libros, no encuentro los puestos de las editoriales de los libros de diseño que vine a buscar y noto que los distribuidores ofrecen libros de tercer mercado que no quieren en España o México y que ofrecen a precio de ganga en Cuba.

Me quedan 20 minutos para llegar al hotel y encontrarme con Orlando. El problema es que no encuentro cómo regresar, hasta que pasa un camión azul que abordo con la esperanza de que cruce el túnel. Así lo hace, en medio de un calor abrasador que me recuerda que estoy vivo, y me deja en una avenida desde la cual ubico fácilmente mi hotel.

A las cinco en punto, estoy refrescadito en la recepción esperando al que será mi guía por el mundo gay de La Habana. Lo reconozco en cuanto llega, aunque nunca lo había visto. Orlando y yo establecemos una rápida confianza desde que nos saludamos, a pesar de su irónico comentario de que tengo pinta de alumno bien portado recién salido de la escuela. Me lleva por las principales avenidas hasta llegar a La Rampa, la calle, terminada en pendiente, convertida en resguardo de los gays de la ciudad. El cine Yara, la cafetería Fiat (donde inicio a Orlando en la sórdida costumbre de tomar Red Bull) y otro cine son los lugares donde observamos el nutrido y animado “ambiente” habanero. De alguna manera, uno está acostumbrado a esas concentraciones, pero no a la magnífica vista que sólo puede contemplarse en países como Cuba: la arrebatadora belleza de los jóvenes. Cuerpos cincelados por el trabajo, el estudio, la disciplina y la buena alimentación (los gorditos y pasados de peso estamos en países capitalistas, claro). Orlando me invita a entrar en contacto con alguno de ellos, sólo para platicar. Pero no me animo. Me siento mucho mejor con sólo contemplar.

Más tarde, me lleva en su auto a su casa. De camino charlamos lo más que podemos: coincidimos en la violencia del capitalismo y la lucha del socialismo para resguardar lo poco humano que le queda a este mundo. Platicamos sobre la benéfica relación Cuba-Venezuela y la perversidad de los tratados de comercio libre que sólo benefician a los poderosos; compartimos la convicción de que el neoliberalismo ha prolongado la brecha entre ricos y pobres y que el socialismo en Cuba no ha hecho ricos a sus habitantes, sino que ha repartido la pobreza: una pobreza que no es indignante ni deshumanizante, sino que brinda a toda la gente la capacidad de estar sanos, alimentados y formados académicamente. Pero lamentamos que la propaganda anticastrista desvirtúe las conciencias de muchos cubanos haciéndoles creer que EUA es el paraíso y que deben renegar de su pueblo.

Animado tal vez por la plática, Orlando me lleva a la casa de su hermana. Me presenta como profesor de teología y despierta la curiosidad de ella, quien me suelta densas y apretadas preguntas sobre análisis textual de escritos antiguos, exégesis y especialmente sobre la relectura que se puede hacer a “El Código da Vinci”. Con la premura que marca Orlando, le menciono en cinco minutos respuestas que requerirían mucho más desarrollo. Casi termino la improvisada taza de café que ella nos ofrece cuando mi guía da la orden de continuar nuestro camino. La hermana de Orlando lamenta el poco tiempo y me suplica que regrese algún día para charlar con amplitud.

En pocos minutos entramos al estacionamiento de un conjunto de edificios departamentales. En una planta baja, entramos a una pequeño condominio donde un hombre de más de 1.80 m de estatura y una amable anciana nos saludan. Son la mamá de Orlando y José Luis, el mejor amigo de mi nuevo amigo. Juntos compartimos una cena con frijoles y arroz, que disfruto a cada cucharada. Orlando le pide a José Luis que me lleve a conocer La Habana al día siguiente; él acepta gustoso.

En casa de José Luis, cerca de la de Orlando, revisamos uno de los regalos que Ángel le envió: una laptop antigua. Orlando la enciende, y al descubrir la capacidad que tiene, felicita a José Luis por el regalo que ha recibido. José Luis, escritor y poeta, agradece a Ángel por su bondad con una voz tan sonora que parece querer atravesar el mar hasta llegar al DF. El final apoteósico llega cuando Orlando hace un descubrimiento histórico: la pequeña máquina tiene nada menos que un puerto USB. Cuando le explica a José Luis de qué se trata, los dos se colman de alegría al pensar en la facilidad para intercambiar información que tendrán a partir de ese día.

Luego, embriagados de exaltación, abordamos el auto de Orlando y regresamos a la ciudad para recorrer nuevamente La Rampa. Orlando y yo entramos a la cafetería Fiat y vemos que el ambiente está más animado que en la tarde. Casi todos nos ven tomar Red Bull, y Orlando no puede evitar sentirse más emocionado con esa pócima que nunca había bebido. Menos de media hora transcurre para que salgamos de ahí y nos dirijamos a mi hotel, donde tengo varios recados de Flavio que atiendo hasta la mañana siguiente.

Ese martes 16 de febrero salí de mi país para conocer el extranjero, y el lugar al que fui no pudo ser el más indicado. Descubrí que el corazón de Cuba no está en La Habana, sino en la calidez de Orlando, su hermana y su mamá, José Luis y otras personas. No me sentía solo ni extraño. Y lo mejor del viaje aún estaba por venir.


Miércoles 14

Virgilio y los tesoros de papel

José Luis me esperaba en punto de las diez en la recepción del hotel. Él se había propuesto ayudarme a cumplir con los objetivos del día: llevarme a conocer La Habana, ayudarme a encontrar dos libros de diseño editorial y hablarme de todo lo que me interesara sobre la cultura cubana. ¡Tenía tanto que preguntarle sobre política, religión, estilo de vida, mitos sobre la vida en Cuba, y demás! Comencé con lo más visible: los diferentes estilos arquitectónicos en La Habana, desde el Art Decó del edificio Bacardí hasta el neoclasisismo del Gran Teatro. José Luis me explicó que las naciones que dominaron Cuba dejaron su impronta artística en la arquitectura de la ciudad, tan variada y rica como vistosa.

Algunas fotos después, comenzó la búsqueda de dos de los mejores libros de diseño editorial de lo que he tenido noticia. Ni “La Moderna Poesía” ni “El Ateneo Cervantes”, dos de las más grandes librerías de La Habana los tenían en su catálogo. No por ello dejé de adquirir ediciones invaluables sobre tipografía, globalización, talleres de escritura y homosexualidad. ¡Vaya, hasta la novela “Vampiros en La Habana”, de la película del mismo nombre, estaba esperando que la llevara por 14 pesos cubanos! (Algo así como ocho o nueve pesos mexicanos.)

Tomamos rumbo por la calle Obispo, muy transitada y llena de turistas y de comercios, cerrada a los automóviles. Entre otros atractivos de esta calle, pasamos enfrente del Hotel Ambos Mundos, el favorito de Hemingway, donde se dice que inventó el daiquiri. La calle desemboca en la Plaza de Armas, donde los puestos de libros de viejo que rodean el parque central eran los sitios ideales para encontrar las ansiadas publicaciones que buscaba. José Luis me advirtió que en caso de encontrar algún libro interesante, le avisara para que él regateara, porque lo más seguro es que me dieran precio de turista.

Ningún éxito. Nadie conocía los libros de diseño editorial, ni siquiera en las librerías del Instituto Cubano del Libro, ubicadas en uno de los portales de la plaza. ¡Uy, Dios!, pensé. Haber venido a Cuba, donde se editaron esos libros en los 90, y no encontrarlos.

Muy desanimado, seguí a José Luis al Templete, una construcción antigua donde se celebró la primera misa en Cuba. Luego de tomar unas fotos, José Luis me sugirió que buscáramos en una bibloteca de la misma plaza. Viendo la fachada tranquila del edificio que alberga la Biblioteca Pública Rubén Martínez Villena, pensé que tal vez ni siquiera estaría funcionando. Subimos a la sala general en el primer piso y nos dirigimos a los viejos archiveros de madera. Con cierta emoción busqué los apellidos Kapr y Casanueva, los autores. Y ahí estaban. Al menos las fichas. Copié los datos, entregué los papelitos a una encargada junto con una identificación y me senté a esperar con José Luis. No recuerdo de qué hablamos esos minutos. La ansiedad me comía. Disminuyó un poco cuando la misma empleada pronunció mi nombre. Fui a su escritorio y recibí de sus manos dos pequeños libros. Regresé con José Luis y sólo le dije: “Aquí están. Son estos”. José Luis los tomó y leyó los títulos: El libro, su diseño y 101 reglas para el diseño de libros. El pequeño problema que se presentaba ahora era fotocopiarlos: la biblioteca no tenía ese servicio y, para colmo, no dejaba sacarlos del edificio. Y aunque hubiera podido pedirlos prestados, encontrar una fotocopiadora en La Habana era como encontrar un hospital público con servicio digno en el Distrito Federal.

Acordé con la encargada que si encontraba un lugar donde pudiera fotocopiarlos, ella me los prestaría. Preguntando, dimos con una papelería, justo en contraesquina de la biblioteca, donde podrían reproducirlos en menos de dos horas. La bibliotecaría accedió a prestármelos y en poco tiempo pude tener las copias. Haciendo cuentas, pagué tres pesos mexicanos por cada copia, pero no importó. Esos libros padecen del mal de muchos otros: son unas joyas en cuanto a la información que brindan, pero por muchas razones su tiraje es pequeño y no vuelven a reimprimirlos.

La gran meta del día estaba completa. Más pasos por la bella ciudad, desde hace unos años en proceso de restauración y embellecimiento, muchas fotos y luego al Barrio Chino a comer o casi cenar, porque en la patoaventura de los libros se nos fue medio día.

Una muy tardada pero abundante comida coronó la jornada cultural por La Habana: un platillo de carne que pidió José Luis, y filete uruguayo para mí. Al salir del restaurante “Los Tres Chinitos”, ya había caído el ocaso. Quedaban muchos lugares por visitar y fotografiar, pero José Luis tenía que irse a su casa. Me hizo prometerle que al día siguiente iría a su casa, con Orlando, para una cena especial que nos prepararía.

Todavía lo acompañé a que tomara su camión. Cuando éste llegó, José Luis subió como pudo. Recordé las mismas penurias, o peores, que pasamos los capitalinos en nuestro Metro, Metrobús o cualquier microbús. Al menos en Cuba la velocidad sí está regulada.

Con varias personas colgando, el transporte de José Luis partió. Bendije su presencia mientras se iba. Allá va mi Virgilio, pensé, mi guía en los vericuetos culturales de La Habana. El que me ayudó a desenterrar los viejos “tesoros de papel” de los fríos anaqueles del olvido.


Jueves 15

Artesanos de palabras

Cuando entregué al cobrador del camión una moneda de 25 centavos de peso convertible, me sorprendí al recibir cinco billetes de no supe qué denominación. No me importó; quería llegar a la Fortaleza de San Carlos para cumplir el otro gran fin de mi viaje: establecer algunos contactos editoriales en La Habana y presenciar alguno de los actos académicos de la feria. El camino ya me lo sabía, sólo que ahora no tuve que pedir aventón, sino que me animé a tomar el autobús. (Por cierto, ¡hay metrobuses como en el DF.! Los dos vagones unidos por un acordeón. Me parece que vienen de Venezuela, pero no estoy seguro.)

El acceso a la feria no fue tan rápido como el martes: la fila contaba con más de quinientas personas, entre cubanos y turistas, pero se avanzaba con cierta agilidad si uno no se encontraba con gente como un par de argentinos que se metió a mitad de la fila, justo detrás de mí, con un cinismo que más bien causaba risa que enojo.

Me apuraba llegar antes de las 10:30 porque a esa hora iniciaría el foro: “Novedades sobre el ISBN”, coordinado por Rosa Amelia Lay Portuondo, directora de la agencia de ISBN de Cuba, con quien me pude presentar luego de la conferencia.

Casi cuarenta minutos después, los mismos participantes que habían escuchado a Rosa Amelia estaban atentos a la breve, improvisada pero significativa participación que tuve en el foro sobre editores independientes. No llevaba la intención de intervenir, simplemente le di mi tarjeta a la coordinadora de los foros y ella me invitó a compartir “algo” al auditorio. Hice un pequeño esquema y se lo entregué. Quince minutos después, anunciado como un invitado de última hora, daba inicio a una pequeña reflexión acerca de la formación profesional de los editores. Hablé de la importancia de contar con cuadros de editores formados en la planeación, gerencia y mercado, en la producción editorial, la redacción, tipografía y el diseño editorial. Al final, mencioné algunos beneficios económicos e institucionales que se obtendrían con editores formados de manera sistemática. Después, las preguntas de los participantes, en su mayoría, giraron acerca del tema que abordé. Al terminar el foro, varios colegas se me acercaron para compartirme sus experiencias e intercambiar correos electrónicos. Fue una charla fraternal, como si lleváramos tiempo trabajando juntos y pasando por los mismos pesares del oficio. Ellos se llevaron mis tarjetas de presentación y yo me quedé con sus datos y su cordialidad.

La captura de fotos por toda la feria estuvo acompañada de un sentimiento de satisfacción profesional, no sólo por la intervención sino también por la oportunidad de conocer colegas de otro país como Cuba, donde producir libros se complica más por la falta de insumos y de plataformas tecnológicas modernas. Aún así, las publicaciones cubanas no dejan de ser encomiables y muy valiosas.

Al entrar a la fortaleza El Morro, donde subí al faro, la voz de Liuba María Hevia me recibió con ternura. No era sólamente música ambiental, era un canto sensible y profundo, que por desgracia no pude encontrar atrapado en algún disco.

El Paseo del Prado y el Capitolio fueron mis siguientes destinos antes de la llegada de Orlando, a las seis de la tarde. Con él visité la Plaza de la Revolución antes de dirigirnos a la casa de José Luis, quien nos había preparado el platillo que no comí el día anterior en el restaurante chino: pollo agridulce, acompañado de frijoles con arroz blanco (que no son los famosos moros con cristianos porque no vienen preparados juntos. Notable diferencia).

Lo rico de la velada con José Luis no fue tanto la cena, de por sí espléndida, sino la convivencia del pequeño grupo que se congregó: Orlando, nuestro anfitrión y su novio y yo. José Luis nos deleitó imitando a Sarita Montiel, su diva, con la canción “Mi hombre” y otra más que no recuerdo. La “Maniquí de España” se transfiguró para nosotros en los últimos momentos de la última noche que pasaría en ese país, que se aceleraron tras despedirme de José Luis en un cálido abrazo que por poco me hace llorar. Me había encariñado tanto con ellos que llegada la hora de decirles adiós, no quería apartarme de su lado. De hecho, cuando un rato más tarde me encontraba con Orlando en el jardín del Hotel Nacional, le dije que una parte de mí deseaba quedarse a compartir la vida y el trabajo de ese pueblo, pero que otra parte me decía que debía volver a mi Flavio y a mis compromisos de trabajo. “Con los cubanos de la tierra quiero yo mi suerte echar”. Más que enamoramiento de esa tierra era el deseo de compartir la resistencia y la pobreza de un país que ha sabido afrontar con dignidad al monstruoso neoliberalismo, empobrecedor de las naciones que ha tocado.

Por unos segundos traté de imaginarme la vida sin Flavio: temporalmente, tal vez, sólo tal vez, sería posible; permanentemente, no. Además, mucho se puede, y debe, hacer en mi país. Uno debe saber cuando los deseos no son más que eso, y cuándo pueden cristalizarse en proyectos de vida reales.

Una hora y dos Red Bull más tarde, Orlando y yo conversábamos en su auto frente a mi hotel. Traté de responder a sus inquietudes sobre su nueva pareja leyéndole brevemente el tarot. En menos de diez minutos, Orlando adquiría la misión de potenciar su Rey de Espadas para fortalecer su relación. Y en menos de quince, ya estábamos dándonos el abrazo de despedida, ese que había temido desde hacía unas horas. Le dije que no dormiría porque dentro de una hora, a las 3 a.m., un transporte de la agencia de viajes pasaría por mí para llevarme al aeropuerto, pues mi vuelo salía a las 6 a.m.

La prisa por arreglar mi equipaje y bañarme mitigó la profunda nostalgia que me invadió durante esa última hora. A las 3:30 me olvidé un poco de ella, cuando abordé la camioneta junto con otros huéspedes. Juntos hicimos todos los trámites engorrosos, aunque al subirnos al avión nos desconocimos por completo.

Me hacía ilusión volver a México. Sabía que Flavio, experto en vuelos y en aeropuertos, estaría esperándome en la sala de llegadas internacionales. Y su sonrisa sería la mejor bienvenida que un viajero como yo podía recibir. Antes de ello me sentía raro en el avión, no por las fuertes turbulencias ni por el sueño que me hacía perderme en el limbo por momentos; sentía una especie de reconciliación con la vida, una profunda satisfacción interior y la fortaleza de corazón que no había experimentado en cierto tiempo. Algo parecido a lo que los capitalinos carecemos: paz. En una persona sumamente ansiosa como yo, era una bendición ese sentimiento de completud.

Flavio me había hablado una vez de la facilidad de los pasos eléctricos en los largos pasillos del aeropuerto, y lo comprobé en esa ocasión: me permitieron llegar más rápido a la aduana, donde no tardé más de diez minutos en la revisión de los documentos y el equipaje. Salí de ahí y la vista no pudo ser más grata: en primera fila, Flavio me esperaba. Su abrazo reconfortante me conectó con nuestra historia, que ahora escribía una nueva serie de experiencias.

A unas semanas de haber vuelto, extraño a mi Virgilio y al Rey de Espadas. Extraño su compañía y su forma de vida. Extraño la calidez de sus corazones abiertos a dar amor a los yumas o extrajeros. Añoro caminar un día con Flavio por el Malecón, la Vieja Habana y la calle Rampa, con ellos como guías y hermanos.

No hay registro alguno en mi pasaporte del viaje a Cuba. Ningún sello oficial atestigua mi presencia en ese país. Sólo queda el testimonio de las fotos, los libros y revistas que compré, las costosas fotocopias y, acaso, los recibos de los boletos de avión. Queda, por encima de todo, lo recordado por los sentidos, los corazones tocados, la sonoridad de la lengua compartida y “el candor de esta habanera”.


11/22/2006

Para entender la Ley de Sociedades de Convivencia

1. Texto de la LSC tal como apareció en la Gaceta Oficial del Gobierno del Distrito Federal el 16 de noviembre de 2006 (LEY SOC CONV.PDF).


2. "¿Qué onda con la ley de sociedades en convivencia?" es un artículo de Diana Lara que de forma sencilla y didáctica ayuda a comprender los alcances de esta forma jurídica de asociación y cómo una pareja puede establecerla. Lo pueden encontrar en la edición del jueves pasado de la revista Tiempo Libre. Además, Diana pone su correo a disposición de todos los interesados para resolver cualquier duda e inquietud acerca del tema (derecho_igualdad@yahoo.com.mx).


3. Artículos de opinión en La Jornada:

Sociedades de convivencia, un avance en la igualdad de derechos
Por Alejandro Brito

Hombres que matan lo que aman
Por Gabriela Rodríguez
gabriela_afluentes@prodigy.net.mx

La tolerancia y las sociedades de convivencia
Por Carlos Monsiváis

11/15/2006

Sudáfrica admite las bodas entre homosexuales


La Jornada
AFP. Ciudad del Cabo, Sudáfrica, 14 de noviembre. Sudáfrica se convirtió hoy en el primer país africano que legaliza el matrimonio entre homosexuales, gracias a la aprobación en el Parlamento de una polémica ley que autoriza la unión de dos personas del mismo sexo.

Tras un agitado debate, el proyecto de ley sobre las uniones civiles fue aprobado por 230 legisladores del Parlamento de Ciudad del Cabo (suroeste) y rechazado por otros 41. Tres parlamentarios se abstuvieron de opinar.

La ley, que consiente la unión de dos personas del mismo sexo por medio del matrimonio o de una asociación civil, levantó gran revuelo entre organizaciones religiosas y partidos políticos de oposición.

El gobierno insistió en que la nueva legislación forma parte de un proyecto para luchar contra todo tipo de discriminación.

"Estamos rompiendo con nuestro pasado (...) Necesitamos luchar y resistir frente a todas las formas de discriminación y los prejuicios, incluida la homofobia", afirmó la ministra del Interior, Nosiviwe Mapisa-Nqakula, durante el debate previo a la votación.

Para las asociaciones defensoras de los derechos de los homosexuales, la adopción de este texto es un hito que abre una nueva etapa histórica.
La ley "simboliza un rechazo a intentos previos de catalogar a lesbianas y homosexuales como ciudadanos de segunda clase", declaró en un comunicado Kikile Vilakazi, portavoz de Joint Working Group, coalición nacional de 17 asociaciones de lesbianas, homosexuales, bisexuales y transexuales.

"Es una fuerte demostración del compromiso de nuestros parlamentarios por garantizar que se trate con dignidad a todos los seres humanos", remachó.

La Constitución sudafricana, adoptada dos años después de las primeras elecciones multirraciales de 1994, prohíbe explícitamente las discriminaciones por orientación sexual.

En diciembre de 2005, el Tribunal Constitucional dio un año de plazo al Parlamento para enmendar los textos vigentes que definían el matrimonio como "una unión voluntaria reconocida legalmente de un hombre y una mujer, con exclusión de cualquier otra".

La oposición condenó rotundamente la nueva ley
"Es el día más triste en 12 años de existencia de nuestro Parlamento democrático", estimó el líder del Partido Cristiano Demócrata Africano (ACDP), Kenneth Meshoe.

"Es realmente muy triste que la dirección del ANC (Congreso Nacional Africano, en el poder) haya elegido apoyar esta ley pese a las objeciones aplastantes", agregó.

Furia de la oposición y de grupos religiosos
El ACDP y otros partidos argumentaron que el matrimonio es una institución sagrada y, por consiguiente, sólo es posible entre un hombre y una mujer.

"Esta ley merecía un referendo nacional, si este Parlamento hubiera sido respetuoso con el pueblo de este país", dijo Motsoko Pheko, líder del Congreso Panafricanista.

En su próxima etapa, la legislación será examinada en el Consejo Nacional Provincial, que ejerce de cámara alta, con poder consultivo, y luego será promulgada por el presidente, Thabo Mbeki.

Los homosexuales suelen ser víctimas de discriminación en Africa, donde la homosexualidad es ilegal o tabú.

Prueba de ello fueron unas declaraciones del presidente zimbabuense, Robert Mugabe, quien hace unos años calificó a los homosexuales de ser "peores que los cerdos y los perros".


11/09/2006

Aprueba ALDF Ley de Sociedades de Convivencia

Gabriela Romero y Raúl Llanos
09/11/2006 16:03
La Jornada



México, DF. Después de cinco horas de análisis y discusión, y a más de cuatro años de que se presentara por primera vez la iniciativa, con 43 votos a favor, 17 en contra, y 5 abstenciones, se aprobó este jueves la Ley de Sociedades en Convivencia en el Distrito Federal, desatándose las expresiones de júbilo de diputados del PRD y del público presente en el salón de plenos de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.

El PRI se reservó 20 artículos para discutirse en lo particular, los cuales fueron desechandose de uno a uno.

Previamente, el pleno había rechazado la propuesta de moción suspensiva que presentó el PAN por conducto del diputado Ezequiel Retiz.

"Emociones encontradas" en Los Pinos


Ayer, miércoles 8 de noviembre, cuando Vicente Fox pensó que la entrega de los premios nacionales de Ciencias y Artes terminaría en calma y con los autoelogios a los que está acostumbrado, una voz se alzó para apelar a la poca conciencia del mandatario y exigirle que se ocupe de aclarar las muertes en Ciudad Juárez, el asunto de los detenidos en Oaxaca, las violaciones de mujeres en Atenco y otros problemas sociales que el jefe de estado no ha querido atender.

Armándose de valor y sabiendo el riesgo que corría, la actriz Julieta Egurrola se puso de pie y llamó la atención de los presentes a esa ceremonia, justo antes de que Fox y su séquito se retiraran. En nombre de la libertad de expresión que el jefe de los pinos había mencionado, Julieta le espetó su indiferencia ante los principales conflictos que aquejan a la sociedad mexicana. Se acercó al estrado, pero algunos guardias le impidieron el paso. Fox, nervioso, preguntó a la concurrencia si querían que la actriz tomara la palabra. Habiendo recibido la aprobación de los presentes, Julieta se acercó a Fox, le entregó un informe con testimonios sobre la violación de mujeres por parte de la policía en Atenco y una lista de 61 desaparecidos de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), recabada por el pintor Francisco Toledo.

Julieta Egurrola enfatizó a Fox: "Ocúpese de esto, señor presidente", mientras una contraída Sari Bermúdez y un asombrado Lázaro Cárdenas Batel contemplaban desde el estrado la manifestación de civilidad y valentía de una actriz que se ha comprometido por la auténtica democracia desde hace tiempo.

"Tomar partido hasta mancharse", pensé mientras leía la nota de La Jornada que describe con detalle la interpelación a Fox.

Mientras los lacayos del nuevo gobierno espurio comienzan a reclamar su parte del botín, hay personas que no dejan morir a la más ultrajada de este sexenio: la Justicia.

Gracias, Julieta.

("Emociones encontradas" es el título de la obra que Julieta Egurrola presenta junto a Héctor Bonilla en el Teatro Manolo Fábregas.)

10/24/2006

Canciones de salida

La cámara se eleva despacio y toma una perspectiva de la calle en la que se aleja el protagonista de la serie, quien camina no hacia un lugar definitivo sino al futuro que él ha comenzado a construirse. Es el último capítulo, pero no el desenlace de la historia, porque la tendencia moderna es dejar abierto el final, no cerrarlo con situaciones definitivas y concluyentes.

Segundos antes de que el protagonista comience a caminar hacia su final-inicio, hacia un viaje iniciático que lo abrirá a nuevos proyectos y experiencias, se escuchan los primeros compaces de una canción que habla de nuevas rutas y que suele ser optimista (a veces, melosa). El volumen aumenta conforme la última imagen se desvanece y deja paso al fondo negro con los créditos de salida.

La letra de las canciones de salida suele coincidir con la temática del programa. Es como su cierre, su resumen, la recapitulación de todo lo que se vio y del mensaje que se quiso transmitir (para mí, la mejor que he escuchado es la que acompañó el final de Six Feet Under, en el cual el auto de Claire recorría una carretera que simbolizaba el camino futuro de los Fisher).

En estos días he buscado mi canción de salida. Porque decidí emprender un proyecto profesional que implica algunos cambios importantes en mi organización diaria. Un proyecto arriesgado donde las únicas seguridades son que el futuro es incierto y que tengo que construirlo cada día. Con la autora del libro Doce momentos en la vida de toda mujer, puedo decir:


"Lo que ahora ocurra conmigo depende de mí mismo y de la confianza en que soy creatura plena a la que no le falta nada".

Cruzo la puerta de la última empresa en que trabajé y oigo lo mismo que cantó Anastasia cuando salió del orfanatorio:


Anda, vamos ya.
¡Corazón, no temas!
No te vas a detener.
Me parece que tengo mil opciones.
No sé a quién volveré a ver
o que tan lejos llegaré
en un viaje tiempo atrás.

Paso a paso y sembrando mi esperanza
no sé en dónde iré a parar.
Voy a un lugar a formar mi vida.
Cien misterios aclarar.
¡Sí! Esta es mi señal.
¡Hoy he de volver
a reunirme con mi paz!
Y ver por fin mi hogar.

O es la decidida Eva (Perón, en el musical argentino de Nacha Guevara), quien me presta las palabras para reafirmar mi convicción:


Si pudiera yo entregarme
sin medida a una pasión
como quien quema las naves
como quien habla con Dios.

Y recuerdo que eché fuego a mis naves para no poder regresar y emprender en serio mi proyecto (que al fin y al cabo no sólo es mío, sino también de Flavio, que está involucrado por la cardiosolidaridad). No voy solo. Varios contactos editoriales, amigos y compañeros de ruta me apoyan.

Cuando uno hace memoria (re-cuerda, o sea, viaja al corazón), se da cuenta que para llegar al punto actual ha tenido que pasar por mil aventuras, en el sentido de haber tomado muchas decisiones importantes y arriesgadas que el tiempo se encargó de confirmar como acertadas o desafortunadas. A la larga, toda decisión nos construye, ya sea desde las lágrimas o la palmadita de satisfacción.


Tiempos mejores, tiempos peores viví
y estoy aquí.
Champagne a veces,
otras cerveza o anís,
y estoy aquí.

Caminando, suelas gasté
y en el camino también lloré.
Mis ilusiones perdí y estoy aquí.
De la vida lo bueno y lo malo aprendí.
Sólo Dios sabe lo que viví
ayer y hoy,
y aquí estoy.
Mírenme, que aquí estoy.

Acaso no es casualidad que justo en estos días fue mi año nuevo, como le llamo al aniversario del día en que mi mamá me alumbró. Treinta y una razones para estar agradecido con la vida y con los amigos que fueron (y los que no) a la pequeña fiesta que dimos en la casa de Rubén y Daniel, quien también festejó su cumpleaños.

Fraternidad (de hermanos) y sororidad (de hermanas) fueron los principales sabores de la fiesta donde abundaron chistes, risas, perreadas, fotos, una peli semiporno y regalos encantadores por todas partes, de los cuales una megajotita bolsa de peluche rosa con una flor amarilla me será de suma utilidad para portar mis monedas y billetes en el respetuoso y siempre tolerante transporte público.

En ocasiones me cuesta trabajo abrirme al contacto físico, pero los más de veinte abrazos que me dieron los recibí con sumo gusto, dejándome apapachar por quienes amablemente han permitido que de alguna manera Beto Olmos entre en sus historias.

Ahora sigo recorriendo el camino, a dos manos con Flavio y acompañado por la familia alternativa de amigos que también han experimentado que todo final es un comienzo, y que cada uno edita la película de su vida con las decisiones que asume.