8/22/2006

Cómo amamantar a un gay


Advertencia: muchas expresiones requieren aquí por su tratamiento ir entrecomilladas, pero esto haría pesado el texto. Confío en que el lector notará la ironía cuando sea necesario.


Hace mas de diez años, un oscuro personaje deambulaba por las amargas calles de la infelicidad, porque sentía que su mismo ser era el causante de que no pudiera vivir en plenitud. Así se lo habían asegurado una terapeuta Gestalt (por eso su actual prejuicio hacia esta corriente) y un clérigo salesiano, quienes se empeñaban en afirmarle que su tendencia homosexual era un estorbo, un estigma, una equivocación de la naturaleza que Dios estaba dispuesto a curar si el joven se abstenía de amistades, asistencia a lugares y deseos del tipo abominable.

El joven se esforzó por complacer a sus guías, por lo que intentó cambiar su forma de ser y evitar las ocasiones de pecado. Pero con cada palomita que sus mentores le anotaban, él se sentía más roto. Un mensaje rondaba en su cabeza: "Dios no te quiere así, Dios no te quiere así", y se lo repetía una especie de divinidad terrorífica más parecida al Baal cananeo, que exigía sacrificios de niños, que al Dios bueno y clemente del cura y de la sanadora.

¡Qué horror tener que hablar de mí mismo en tercera persona!, pero me sentí más cómodo al tratar una etapa de mi vida en la que estaba lejos de ser lo que ahora soy.

En ese tiempo llegué a tener la idea de entrar en la vida sacerdotal (craso error, dirán algunos; o "qué desperdicio", proclamarán otros), pero lo cierto es que más bien estaba viviendo la vida de otros: las vocaciones frustradas de mis parientes y los deseos de purificación de mi terapeuta y de mi guía espiritual. La condición para entrar en esa esfera sagrada era negar mi esencia homosexual. Y llegué a hacerlo, pero fui profundamente desdichado.

Mi corazón ansiaba amar a otro hombre y ser amado, pero sabía que por ese placer merecería el alejamiento de Dios, de su premio eterno, el cielo, y un pasaje directo y sin escalas al infierno de todos tan temido.

Nada, que un buen día entré a una librería, me dirigí a la sección de la editorial Trotta (¡bendita sea!), y encontré un libro con portada morada y un recuadro lila en el centro. Su título, Nueva ética sexual; su autor, Benjamín Forcano. Ah, me dije, éste es el autor a quien el Vaticano silenció por haberse atrevido a escribir una renovada visión cristiana de la sexualidad. Intrigado por la fama del escritor, fui al índice y me tope con un subtítulo que aceleró mi respiración: "¿La homosexualidad, delito o anomalía o variante legítima de la sexualidad?". No pude resistir devorarlo. En sus páginas, Forcano despertaba la sospecha de que el cristianismo era el responsable del rechazo de la homosexualidad en Occidente, además de pincelar una interpretación del relato de Sodoma y Gomorra de Gén 19 relacionada más con la falta de justicia y de hospitalidad, que con un pecado homosexual. ¡Mi madre!

Hay ocasiones en las cuales una idea, una visión o una palabra son suficientes para cambiarnos la realidad. Pues así pasó con ese libro, en cuanto llegué a la página 356. Lo que encontré ahí desató varios años de remordimientos, ideas falsas sobre mí y prejuicios religiosos. Todavía faltaría un proceso de aceptación propia, pero el chispazo lo viví ese día. Aún puedo recordar cómo caí en la cuenta de que mi pulso se aceleró y de que tuve que leer varias veces el texto. La exaltación de sensaciones se justifica por el impacto que tuvieron esas palabras en el corazón de un gay como yo, atormentado en ese tiempo por introyecciones erróneas y deshumanizantes. Benjamín Forcano citaba a J.J. McNeill, autor de La Iglesia ante la homosexualidad, cuyas palabras imaginé escritas en una marquesina brillante:

Contra la tesis de que el homosexual es una amenaza para la comunidad, propongo que Dios tuvo un objetivo divino al crear la naturaleza humana de modo que un cierto procentaje de seres humanos sean homosexuales. En otras palabras, los homosexuales suelen estar dotados de dones especiales, y tener encomendada una tarea en la construcción de una sociedad verdaderamente humana por obra del propio Dios...

Y en seguida pude leer:

Contra la tesis de que la unión entre homosexuales es pecaminosa y los separa del amor de Dios y los pone en peligro de condenación eterna, planteo la tesis de que existe la posibilidad de relaciones homosexuales moralmente buenas, y que el amor que une a quienes participan de tal relación, en vez de alejarlos de Dios, puede unirles más estrechamente con Dios y ser intermediario de la presencia divina en nuestro mundo. (McNeill, 273-275.)

¡Oh, por Dios!

¡No podía creerlo! Mi homosexualidad no era nada mala y mi deseo de vivir amorosamente con un hombre era legítimo y hasta humanizante. ¡Zaz!

El azotón lo culminó un profesor de la universidad que en una charla de pasillo me afirmó tajantemente: "Dios quiere a los homosexuales tal como son; sólo les pide que vivan dignamente".

A partir de ese contacto con otra forma de entender la homosexualidad, reafirmé mi convicción de que quería vivir como tal y que no la llamaría mi tendencia o mi orientación, sino MI CONDICIÓN. Porque no tiendo ni me oriento, sino que es la condición que me constituye como humano. Y por esa condición estoy llamado a aportar algo bueno, constructivo y humanizante a la sociedad, y a amar a otro hombre y a construir con él una comunidad, una familia, que nos plenifique.

Dicen que a los judíos los amamantan con dos cucharadas de leche y tres de culpa. Gracias a Dios, mi mamá sólo me alimentó con la primera. Su apoyo incondicional a mi persona me ha demostrado que nunca quiso darme la segunda, ni para salvarme de los peligros ni para evitar que llegara a ser lo que naturalmente estoy llamado a ser.

A ella, a Forcano, a mi profesor, al Creador del arco iris como símbolo de su multiforme amor, y a todos los compañeros de ruta que viven con el lastre de odiarse por ser diferentes, van estas palabras.

5 Comments:

Blogger 翼のおれたエンジェル said...

Estimadísimo Daniel
Bendita sea la era de la información.

Gracias a ella y a que tomaste una decisión valiente ahora eres un hombre felíz que hace felíz a otro hombre.

Lo mejor para ustedes,
Angelín

10:53 p.m.  
Blogger Centro Desarrollo Humano Tanatológico said...

Ángel:

Gracias por tu comentario. Estamos en las mismas: también tú estás haciendo feliz a otro hombre, al Nene. Me da mucha ternura verlos juntos. Sigan amándose y construyéndose mutuamente.

(Aquí me detengo para que mi respuesta no parezca tarjeta navideña o de aniversario de bodas de plata o algo así.)

Saludos al Nene y a los tonari.

8:20 a.m.  
Blogger Shinseiki21 said...

La frase que pusiste que venia en el libro realmente es para releerla varias veces, pues ahi hay muchas respuestas a preguntas que yo mismo me he hecho.

Me gusto mucho eso que te dijo tu profesor: "Dios quiere a los homosexuales tal como son; sólo les pide que vivan dignamente", esas palabras me llegaron.

Solo queria felicitarlo por este post, porque de verdad es muy importante para la aceptarse uno mismo y vivir sin culpas a causa de la religion.

Gracias!!!

3:03 p.m.  
Blogger M said...

Daniel: me ha llegado al corazón lo que en este post escribes.
Recién pasé por una experiencia similar. Estábamos el Erario y yo en Houston, en enero. En la libreria Barnes & Noble experimenté lo que desde ya se venía venir desde finales de 2004: al leer "Taking a chance on God" supe que era tiempo de recobrar la fe que creí alguna vez perdida. Es la hora en que he vuelto a creer en Él; es la hora en la que se que nunca me abandonó... Que como excluidos que somos, tan nuestro es el Reino como es de todos. Sea. Me arrogo el derecho a sentirme bienaventurado, cual el que más.
Me arrogo el derecho imperioso a ser humano.

11:49 p.m.  
Blogger Centro Desarrollo Humano Tanatológico said...

Medeo Mandarino:

(Le digo a Flavio que leerte siempre es un deleite.)

Creo que una de las principales revelaciones que descubrimos en nuestro corazón gay es saber que nuestra condición es portadora de divinidad y humanización para otros. Somos parte de lo "alternativo" (nacido nuevo) que va transformando el mundo.
Una vez escuché un comentario algo estereotipado, pero que refleja la manera como Dios nos ve: cuando un gay llega al Cielo, Dios corre a ponerse su estola de plumas y un poco de maquillaje Margaret Astor para recibir a su flamante huesped.

3:40 p.m.  

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