9/05/2006

Abrazaré a mi amado y no lo soltaré (I)


La morena amada que canta a su rey idolatrado durante la noche de bodas revela su voz en la gramática cautivante de Manu cuando relata la historia de su soledad compartida con la de Lalo.

Botón de muestra: un ritmo vertiginoso y cada vez más envolvente nos conduce desde el inicio de un día laboral hasta la culminación de una noche de amor en Acht Monaten. Son palabras de amor que no dejan de representar una realidad vivificante como lo es la relación de pareja.

Palabras enardecidas por las endorfinas del encuentro último, fugaz, intenso y reparador. Palabras como las de los amantes del siglo III a.C., que cantan su pasión y la convierten en un instrumento de la voluntad divina que afirma el amor erótico como lugar de su presencia. Un hombre, Salomón, y una mujer, anónima. Su falta de nombre se justifica por la arquetípica representación de todos cuantos cantamos al amor encontrado como a un tesoro. En ella se reflejan los que no hallamos palabras para manifestar aquello de lo que nuestro corazón desborda.

Se trata de el Cantar de los cantares, uno de los libros más profanos que se hayan escrito. Paradójicamente, su lugar se encuentra después de Salmos y está incluido en el bloque de los libros poéticos en un raro betseller de tiraje impresionante: la Biblia.

¿Cómo pudo colarse en ese libro sagrado un poema erótico, con figuras orientales vívidas y descriptivas, que no menciona a Dios ni por accidente? Muchos clérigos no suelen emplearlo en sus predicaciones porque darían la razón a quienes pugnan por una práctica libre y humanizante de la sexualidad. Por eso es un libro censurado, cuya interpretación tiene que ser no la de dos amantes que elevan su amor a la categoría de mediación divina, sino la de el alma (la amada), que se une a su amado (Cristo). ¡Por Dios! Siendo tan evidente su intención plástica, no veo el porqué reducir su capacidad evocante de las noches en que dos personas inmolan sus cuerpos para generarse placer, un placer legítimo e imperioso.

Por fortuna, muchos biblistas actuales retoman la intención original de los autores del Cantar, y lo recomiendan como un libro sapiencial que enseña lo cercano que están de Dios aquellos que se entregan a sus amantes. El amor homosexual no se libra de esta lectura: también él conduce a ambos oferentes a gozar de un Edén en el que construyen su casa como lugar de humanización. Los gays podemos leer el Cantar tomando el lugar de la morena amada, no por identificación con un género en especial, sino por las palabras que ella canta a su amado, de piernas de marfil y pecho de alabastro.

Como esa mujer judía, también nosotros pedimos a gritos a nuestro novio "que me bese con los besos de su boca" (Cant 1, 2), porque "encontré al amor de mi vida, lo abrazaré y no lo soltaré" (Cant 3, 4).

Para Manu y para Lalo, los versos del Cantar en el próximo artículo.

2 Comments:

Blogger M said...

¿Sabes? Recuerdo haberle dedicado a Lalo algunos versículos del Cantar de los Cantares cuando recién iniciaba nuestro (hasta entonces) cibernético cortejo. Daniel: aún estoy estremecido por tanta coincidencia de tiempos y espacios. Sea mi incredulidad gratitud y buenos deseos: un abrazo para tí y para Flavio.

4:26 p.m.  
Blogger Centro Desarrollo Humano Tanatológico said...

Manu:

Gracias por la memoria y los buenos deseos.

5:10 p.m.  

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